Del Ave María a María Lionza
Identidad 29/03/2020 07:00 am         





Por Eleazar López-Contreras


Sin tocar el campo de lo académico, donde existe el famoso Ave María de Schubert, el nombre de María aparece por todos lados en la música tropical. Muchas cantantes famosas llevan ese nombre. Este es el caso de María Teresa Chacín, María Victoria y María Elena Sandoval; no obstante, aún es mayor el número de composiciones con ese nombre. Un valse mexicano muy famoso es María Elena, que se popularizó como bolero en las voces y guitarras de Los Panchos. Tanto le gustó esa canción al músico Rafael Minaya, que a su primera hija le puso ese nombre, y le cantaba: “Tuyo es mi corazón / o sol de mi querer…”. Otro fue María bonita, que Agustín Lara le dedicó a María Félix. El valse lo estrenó Pedro Vargas en una serenata con violines, que el compositor le dio a la actriz, y que fue su regalo de bodas cuando se casaron en Acapulco en 1945. Como la canción había sido grabada previamente, al Pedro Vargas hacerla pública en la celebración de la boda, donde la cantó con un mariachi, María bonita se convirtió en un éxito instantáneo. Esta composición terminó siendo una de las más conocidas del flaco de oro, también llamado “el flaco de plutonio”. Pero la fama del valsecito siempre fue de índole regional, pues no obtuvo la universalidad de otras canciones suyas como Solamente una vez y Granada, que Alfredo Sadel grabó en México. El primer hit del tenor favorito de Venezuela había sido Señora María. Ese bolero de Pablo Cairo lo grabó Sadel en Nueva York con arreglo de Aldemaro Romero, quien sustituyó los saxofones por voces modernas.

Pablo Cairo, que era un guitarrista cubano, componía guarachas que le grababa Daniel Santos, quien popularizó varias suyas como Pollo pa’ fricasé y En el TíbiriTábara. Del misterioso "tíbiritábara", unos dicen que era un bar en México y otros, que se refería a un personaje que vestía en forma pintoresca. La realidad es que "estar en el tíbiritábara” se refiere a alguien que está medio colgando, pues la metáfora está inspirada en una media rueda con un asiento en cada extremo, que subía y bajaba casi hasta dar la vuelta para producir la sensación del inminente giro completo. A pesar de la gracia de esas composiciones de Pablo Cairo, ninguna de sus guarachas estaban a la altura de la popular María Cristina, en la que Ñico Saquito planteaba que ésta quería gobernar a su hombre y, como éste era muy vivo, siempre le seguía la corriente, por eso le decía que sí o que no, según las circunstancias. Ñico Saquito se llamaba Benito Antonio Fernández, que fue como lo conocieron cuando vivió unos años en Maracaibo. El Ñico le viene de su primer nombre; y lo de Saquito porque, como jugador de béisbol, sus compañeros decían que su guante era un saquito para atrapar batazos. Con ese pseudónimo el autor de María Cristina, la cual cantó en su última visita a Caracas (en 1950), firmó otras composiciones como La negra Leonó, Cuidadito, compae gallo, Ni hablar del peluquín, Al vaivén de mi carreta, Tócale la campana, Jaleo y muchas otras más. Todas fueron grabadas por la Billo’s Caracas Boys, y, por esa razón, cuando se topaba a un venezolano en la Habana —generalmente en La Bodeguita del Medio, que fue donde tocó en sus últimos años—, él le decía: “Dile a Billo que me mande mis regalías”. España nos dio a María dolores, que era el caballito de batalla de Lola Flores y que también grabó La Lupe con Tito Puente. Pero de ese país también surgió la zarzuela María de la O, mientras que en Cuba se popularizó María la O de Lecuona. Si bien aquella era castiza, la de Lecuona se refería a una mulata habanera que protagonizaba la zarzuela homónima, que fue estrenada en Cuba en 1930. Esta María la O fue muy popular y permitió que la obra le abriera las puertas al teatro lírico cubano. Las composiciones de Ernesto Lecuona incluyen Siboney, Malagueña, Siempre en mi corazón y, entre muchos de sus éxitos, mundiales o regionales, figura la conga Para Vigo me voy. Su Lecuona Cuban Boys inspiró a muchas orquestas. En Venezuela apareció la Billo’s Caracas Boys y, en el Japón, la Tokyo Cuban Boys, fundada por TadaakiMisago en 1949.

Gracias al culto mariano, en Latinoamérica hay millones de mujeres que llevan el nombre de María, por lo que fue natural que éste apareciera en un musical con puertorriqueños, inspirado en la rivalidad entre Capuletos y Montescos planteada por Shakespeare en Romeo y Julieta. Por eso, en West SideStory, de Leonard Bernstein, Julieta se transformó en María. El tema que su enamorado le canta a su personaje se hizo muy popular en 1961. La obra vio la luz en Broadway en ese año y su posterior versión cinematográfica se llamó Amor sin barreras en español. Al regresar de Estados Unidos, donde había permanecido desde los años veinte, Pío (Tito) Coral debutó en Caracas cantando un pasodoble llamado Mary. Ese nombre también lo menciona Carlos Gardel en Rubias de Nueva York, el cual incluye a Peggy, Betty, Julie... Con respecto al que nos interesa, Gardel, que en este caso hizo la letra y no Lepera, como acostumbraban, dice: “Rubio cóctel que emborracha, así es Mary, tu melena que es de plata, quiero para mí”. Este foxtrot, que apareció en la película El tango en Broadway, describe a las rubias de New York como “cabecitas adoradas que vierten amor. Dan envidia a las estrellas, yo no sé vivir sin ellas”. Una de ellas era esta Mary, o sea, María en inglés. La cinta se rodó en Nueva York en 1934. Después de la filmación, Gardel visitó a Lorenzo Herrera en El Chico. Iba acompañado de la actriz Mona Maris, con quien también acababa de filmar Cuesta abajo. Después de escuchar las composiciones del criollo, le pidió que le escribiera una canción para estrenarla en su próxima gira en 1935. La gira comenzó en mayo, en Puerto Rico, y después de presentarse en Venezuela, Gardel viajó a Colombia el 24 de junio de 1935, pero el avión sufrió un accidente en el cual pereció. Lorenzo Herrera no le había entregado su canción, por lo que ésta se quedó muda. De paso la estrella argentina Mona Maris (actriz y guitarrista), que había sido testigo del encargo hecho al compositor venezolano, se llamaba Mona María.

En la música criolla también aparece este nombre en muchas canciones. Entre las más populares hallamos el ejemplo del pasaje María Laya, del Indio Figueredo, que fue popularizado por Ángel Custodio Loyola, el que cantaba con un pañuelito en la mano (en la foto con el autor). Más recientemente, tenemos a María Antonia, que Gualberto Ibarreto puso de moda. María Laya obedece al patrón de letra rural, mientras que María Antonia es de corte urbano y su letra habla hasta de un bolígrafo, al rimar disparate con Paper Mate. Además de los títulos y letras de canciones en los que el nombre de María aparece como monte, como en el merengue La resbalosa, en el que la protagonista, María Tomasa, anda resbalándose por todos lados, también hay compositoras que llevan el ubicuo nombre. Dos de ellas son la mexicana María Grever y la venezolana María Luisa Escobar que, entre los muchos temas indígenas que escribió la compositora, hubo uno que le dedicó a María Lionza, que es la María más conocida en Venezuela. María Grever escribió el célebre Cachito (el sobrenombre de su hijo, grabado por Nat King Cole en español) y, por supuesto, boleros famosos que cantaron los grandes, tales como Cuando vuelva a tu lado, Júrame, Un alma como la mía, Así, Cuando vuelva, Muñequita linda y otros; la segunda, Desesperanza, que fue un batacazo en la voz de Alfredo Sadel. La diferencia es que María Grever, que vivía en Nueva York, era muy espiritual y no creía en brujerías, y María Luisa Escobar, que vivía en Caracas, sí. Cuando Andrés Rosa Muñoz, entonces Consultor Jurídico de la sociedad autoral SACVEN, la visitó en su casa, a fin de plantearle a la necesidad de unir esfuerzos entre esa sociedad y la asociación de autores que ella representaba (AVAC), la compositora le pidió tomar asiento. Al intentar hacerlo en una silla determinada, ella lo atajó fulminantemente, y le dijo:

— ¡No se siente ahí no, doctor!
— ¿Y por qué no?
— Ahí no, ¡porque esa es la silla de Guaicaipuro!





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