Prohibido Bailar Pegado
Identidad 21/06/2020 08:00 am         


En Caracas los templetes y bailes de carnavales solían terminar en grandes trifulcas, en algunos casos iniciadas cuando un “mariposo”, disfrazado de mujer, era descubierto por su pareja



Por Eleazar López-Contreras


El actual Papa Francisco (Mario Bergoglio) confesó que, además de haber trabajado limpiando suelos y haciendo experimentos en un laboratorio químico, también se había desempeñado como “gorila” en un club nocturno. Se trataba de una discoteca donde el entonces muy joven Bergoglio doblaba como portero y encargado de la seguridad (celador o gorila, que es como llamaban a los personajes forzudos que cuidaban la puerta y eyectaban a los clientes indeseables o peleones, en lugares nocturnos). Eso mismo había sido el fornido italiano Toni Grandi, en un bar de Nueva York, si bien algunos exageraban la nota y lo convertían de bouncer (gorila), en guardaespaldas de Al Capone, lo cual no tenía nada de cierto. En Caracas, Toni que no era una mansa paloma, además de peligroso cuando se ponía bravo —lo cual ocurría cuando se pasaba de tragos—, hizo historia en la nocturnidad de la ciudad con su Bar-Restaurant Toni de la Plaza Venezuela. Este local fue memorable por su grato ambiente, sus especialidades (roastbeef y salmón ahumado), sus shows y, por supuesto, sus célebres carnavales con negritas. A pesar de su experiencia y sagacidad, a Toni se le coleaban innumerables vivos que falsificaban las entradas para acceder al local en los carnavales; pero nadie formaba camorra y todo era muy sano, salvo la frenética meneadera de las parejas que bailaban.

Como bouncer en Nueva York, Toni tuvo antecedentes en Caracas en algunos personajes rudos que eran generalmente boxeadores. Éste era el caso del Bar Ampárame, donde trabajaban algunos para mantener el orden dentro del local, incluyendo al Zurdo Almeida. El Ampárame funcionaba en una casa de dos pisos, con barandas en el segundo para observar lo que ocurría en el primero, que era un inmenso patio que fungía como pista de baile. Luego del Olimpia, que era un teatro convertido en sala de baile con famosas orquestas y carnavales, el Ampárame era el más grande de Caracas… y también el más curioso. Según Oscar Yanes, “este inmenso bar era una especie de Madison Square Garden de la cursilería y de los malos hábitos en donde todos los rufianes de San Agustín se daban cita”. Este dancing, del cual Yanes se admiraba, estaba situado en la avenida principal de ese sector, cerca del llamado Pasaje de la Cocinera, y debía su nombre a una guaracha que se hizo muy popular en los carnavales de los cuarenta en Catia, Capuchinos y San Agustín, donde la tocaban hasta la saciedad los conjuntos en los templetes, en los que, no pocas veces, terminaban los bailes en grandes trifulcas, en algunos casos iniciadas cuando un “mariposo”, disfrazado de mujer, era descubierto por su pareja, que era una de las causas para que se formara la gran san-pablera. En esos casos, tan comunes en los carnavales que se celebraban en la ciudad, el orden era impuesto por la policía, contrario a lo que ocurría en los locales particulares, donde esa función la ejercían hombres kiludos que mantenían bajo control a una siempre díscola clientela.

Los propietarios del Ampárame, que eran fervientes religiosos y por eso el nombre del establecimiento, eran dos curiosos personajes, que se mostraban excesivamente celosos de la moralidad, si bien el público que lo visitaba era de lo peor. También eran curiosos sus sobrenombres, pues les decían “Basufra” y “Cachípulo”. Cada cual ejercía su función en cada uno de los pisos de la casa. El segundo tenía mesas para aquellos que sólo querían mirar el espectáculo; pero la acción se hallaba en el primero, que era un inmenso patio, en cuyo fondo, sobre una tarima, tocaba la orquesta de planta, que también tenía un nombre peculiar pues se llamada “El Conjunto Nube Azur” (con ere). En la parte de abajo, cerca del patio, había una barra en donde imperaba la guachafita entre hombres y mujeres que hacían chistes de color subido sobre las parejas que estaban bailando. La entrada costaba dos bolívares para los hombres y las mujeres no pagaban nada. Los periodistas tenían entrada gratis. Lo principal, entre una clientela de tercera, era mantener el orden, para lo cual “Basufra” se instalaba en el segundo piso y allí se recostaba en la baranda para supervisar lo que ocurría en todo el patio, donde el orden lo ponía “Cachípulo”, un negro alto y fuerte que se movía entre los bailarines con una larga regla de madera, igual a las usadas para medir telas, que deslizaba entre las parejas y separarlas cuando bailaban muy pegado.

También curiosas eran las indicaciones que “Basufra” gritaba desde arriba a su socio: “¡Epa, ‘Cachípulo’, moralidad y curtura! ¡Pásame la regla a ese de la camisa azul que está bailando con la mujer del rabo apretado! ¡Moralidad y curtura, ‘Cachípulo’! ¡Pásamele la regla a la tetona que está moviendo la cuchara con un vestido de farda corta! ¡La regla, ‘Cachípulo’! ¡La regla!”. El respeto que infundía “Cachípulo” en todos los asistentes, se basaba en que, si alguien protestaba cuando le pasaban la regla, lo único que tenía que hacer era silbar e, inmediatamente, dos ex campeones de boxeo, arruinados y trabajando como celosos custodios de la moralidad en el negocio, le daban una paliza al reclamante en plena pista, diciendo: “¡Pa’ que sepa que hay gobierno!”.

Desde su baranda, “Basufra” respaldaba la drástica acción tomada: “¡Así es, ‘Cachípulo’! ¡Moralidad y curtura!”. Luego continuaba su incansable y maniática supervisión de la sala, señalando las infracciones pero también detectando la calidad de los clientes, “pa’ evitá que los del barrio se confundan”. Si entraba alguien bien vestido, gritaba: “Gente decente, ‘Cachípulo’. Moralidad y curtura. Gente decente, ‘Cachípulo’”. Cuando eso ocurría, un mesonero aparecía para buscarle una buena mesa al recién llegado. Si el hombre llegaba con una mujer desconocida, pero más o menos bien vestida, “Basufra” gritaba: “¡’Cachípulo’, gente decente con mujer importante! ¡Mucho cuidado, ‘Cachípulo’! ¡Mucho cuidado!”. Se puede decir que, a su modo, los carnavales del Ampárame eran espectaculares ya que, como las mujeres no pagaban, había abundancia de ellas. No obstante, era entonces cuando “Basufra” estaba más mosca, permaneciendo alerta para que no se colearan hombres vestidos de mujer; por eso de pronto gritaba: “¡’Cachípulo’, un marico en la pista! ¡Persíguelo! ¡Persíguelo!”. Cuando eso ocurría, “Cachípulo” iba en pos del disfraz y, sin pedir permiso, lo tocaba en sus partes y decía: “¡Es un marico, ‘Basufra’! ¡Es un marico!”. A esto respondía el otro: “¿Es un hombre? ¡Que pague en la puerta, ‘Cachípulo’! ¡Que pague en la puerta!”. Entonces los boxeadores conducían a la falsa dama hasta donde estaba el portero con los tickets.

“Cachípulo” tenía buen ojo y pocas veces se equivocaba al tantear al disfraz, pero cuando palpaba que en realidad se trataba de una mujer, gritaba a todo pulmón: “¡Error a la vista, ‘Basufra’! ¡Error a la vista!”, a lo cual contestaba “Basufra”: “¡Que le brinden un trago gratis por el sofoco!”, y agregaba: “¡Ojo de garza, ‘Cachípulo’! ¡Ojo de garza para evital errol!”. Después proseguía “Basufra” su labor inquisitoria sobre el comportamiento de la clientela y, si notaba que las parejas se apurruñaban y frotaban la hebilla mientras bailaban, llamaba a su carnal a pasar la regla, gritando: “¡Prohibido bailar pegado, ‘Cachípulo’! ¡Prohibido bailar pegado!”. Cierta vez, obedeciendo a una apuesta, un parroquiano pidió un vaso de leche en la barra y fue pitado. “¡Ay, papá, ese hombre es marico!”, gritó alguien y se formó un tumulto con gritos, groserías y golpes. De pronto, “Cachípulo” alzó la voz: “¡Orden, orden! ¡No ha pasado nada! Calumniador sancionado”, a la vez que los boxeadores se llevaban arrastrado hacia la puerta al hombre que se había burlado del que había pedido el vaso de leche. El tema de la orquesta del Ampárame era Lágrimas negras, bolero-son que el Trío Matamoros trajo a Venezuela en 1933. Cuando lo tocaba, “Basufra” anunciaba desde el balcón: “La Orquesta Nube Azur con su cantante Catanare y su tema ‘Manque tú’”. Entonces la vocalista, una negrita flaquita, comenzaba cantando: Manque tú / me has dejado en er abandono / manque tú / has muerto todas mis ilusiones / en vez de mardecirte con justo encono / en mis sueños te cormo / en mis sueños te cormo / de bendiciones.








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